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Bajo el mar de Cabrera

La exploradora y activista Alexandra Cousteau se enfundó un traje negro de neopreno, calzó las aletas y cargó con el equipo de respiración bajo el mar. Al mediodía del último día de octubre, se zambulló en unas aun templadas y movidas aguas litorales del parque nacional de Cabrera, en las islas Baleares. Acompañó a los científicos y cámaras submarinos de la organización internacional Oceana, que dirige en Europa el ecologista y biólogo Xavier Pastor en una de sus campañas.

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La nieta del pionero proteccionista y divulgador marino Jacques Cousteau e hija de su malogrado sucesor Philippe, se documentó, otra vez, sobre el esplendor protegido de este paraje mediterráneo natural. Oceana reclama la ampliación del perímetro del parque, más allá de cuatro millas de Cabrera, para que los barcos arrastreros, de manera ilegal, no puedan seguir asolando las periferias submarinas de gran valor.

Formaciones coralíferas de hasta un metro de altura, bosques intactos y jardines y gorgonias coloristas forman la piel invisible de la tierra sumergida habitada por una fauna de gran valor, zona de cría de especie de valor comercial. Alexandra Cousteau expresó su compromiso para que crezca el ámbito de preservación y vigilancia del más que simbólico parque nacional marítimo terrestre del archipiélago de Cabrera, creado en 1991 en las Cortes españolas. Cabrera en verano es un foco de atracción de navegantes y turistas de excursión.

“Hay que multiplicar por nueve su superficie marina para amparar la riqueza de los fondos del mar alrededor y la entidad del parque”, señaló Cousteau. El Gobierno balear, del PP, no asume esta tesis y se muestra sensible a las sugerencias y presiones de los pescadores —no artesanos, sino industriales—, que circundan y a veces penetran en fondos de gran valor y aún libres de amparo legal.

El líder de Oceana en Europa, Xavier Pastor, que encabezó con Greenpeace en los 80 la defensa y con acciones directas en Cabrera, aseguró que “se han documentado en zonas ahora periféricas, limítrofes del parque hábitats y especies de elevada importancia ecológica”. Pastor resaltó que se impondrá la mera aplicación la “normativa ambiental y pesquera, nacional e internacional”.

Las cámaras de un robot sumergido trasmitían, en directo, el día 31 de octubre, las secuencias del rastreo del fondo del mar hasta los ordenadores de la lancha rápida fletada por Oceana. El documental y las fotos sobre el viaje submarino a la riqueza natural de Cabrera se divulgará en medio mundo. “¿Cuantas horas de imágenes en video acumulas?” inquirió Costeau al operador José Manuel Sáez que luchaba contra el oleaje, las corrientes de fondo, el sol que le blanqueaba las tres pantallas.

Al sur de Mallorca, la quinta isla por tamaño de Baleares, Cabrera y sus islotes fueron refugio histórico de piratas y contrabandistas y quedaron ajenos al desarrollismo del turismo hotelero y residencial por ser enclave estratégico de interés militar.

La declaración de máxima protección de 1991, tras años de manifestaciones en la calle y acciones directas ecologistas, blindó al territorio y su entorno de las maniobras y destructoras prácticas con bombas y fuego real efectuadas hasta finales de los 80. Oceana y Cousteau, con muchos científicos públicos que han explorado Cabrera, entienden que tras dos décadas de gestión estatal en Parques Nacionales y ahora por el Gobierno balear, la legislación de la UE y la realidad medioambiental obligan a más, a blindar los fondos excepcionales del alrededor.

Pastor y Cousteau resaltan que la pretensión de multiplicar las hectáreas marinas no es una agresión contra “los intereses respetables de los pescadores tradicionales, artesanos, de actividad sostenible, con base en los puertos cercanos”. Los activistas apuntan hacia la amenaza real, la que radica en las redes y puertas que asolan los fondos de la pesca industrial de arrastre.

“El arrastre en estas zonas es ilegal “subraya el director de Oceana y cree que podría controlarse con los sistemas de navegación por satélite y registros, cajas negras, de abordo. Uno de los santuarios submarinos que Oceana vindica está a cuatro millas de la costa de Cabrera y a seis de la isla de Mallorca, Es Fort den Moreu, una plataforma rocosa apetecida por los grandes barcos de bou (redes de fondo), equipados con alta tecnología y motores excesivos.

Científicos del Instituto Español de Oceanografía, del Gobierno de Baleares y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas destacaron la importancia de la flora y la fauna submarina y la necesidad de su protección.

Cousteau en español y una negra memoria

Alexandra Cousteau es francesa, ahora vive en Alemania por su matrimonio, tras haber residido en Estados Unidos y también en Costa Rica. Políglota se expresa en un perfecto castellano, fruto de “mi época española de estudiante durante un curso en Salamanca, a los 17 años, más etapas en Madrid y Barcelona”. Es una vip discreta y sin distancias. Al bajar al fondo del mar una vez, un mero de gran tamaño, que no ha sido perseguido en años, se encandiló de la buceadora.

“En Cabrera existió el primer campo de concentración de la historia de Europa”, observó Alexandra Cousteau en la bocana del puerto con el castillo roquero medieval. [Alude a una historia negra y de horror en España del siglo XIX, a la reclusión y abandono en la isla, tras la batalla de Bailén de 1808, más de 10.000 soldados franceses prisioneros, sin sustento, sin posibilidad de fuga, sin agua dulce. Apenas tres mil sobrevivieron al cabo de más de seis años]

fuente elpais

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