Amanece en el Cabo de Hornos, el punto más extremo de América. El capitán del crucero de expedición Vía Australis, Jaime Iturra, anuncia que las condiciones son propicias para el desembarco, algo que no se da casi en la mitad de los viajes. Sopla una leve brisa, el mar que separa América del Sur con la Antártida está calmo. Ningún rastro de las olas de hasta quince metros que se desatan en días de tormentas.
Desde la costa, en la isla se ven cientos de escalones que conducen a un albatros en vuelo, un homenaje a los marinos que perdieron sus vidas en ese mar furioso. Escribió la chilena Sara Vial un poema que se exhibe al pie del pájaro metálico de siete metros. Soy el Albatros que te espera en el final del mundo/Soy el alma olvidada de los marineros muertos que cruzaron el Cabo de Hornos desde todos los mares de la tierra/Pero ellos no murieron en las furiosas olas,/hoy vuelan en mis alas,/hacia la eternidad,/en la última grieta de los vientos antárticos.
Unos metros más allá, un cartel de tronco anuncia Alcaldía de Mar Cabo de Hornos, de la Armada de Chile. Esta isla se encuentra en aguas territoriales del país cordillerano. Aquí está el faro del fin del mundo; al lado de esta guía de los marineros, hay una casa. En ella habita durante un año un farero con su familia. En este sitio están desde diciembre pasado Andrés Valenzuela, su esposa Paula y el hijo de ambos, Matías, de doce años. Ellos fueron seleccionados entre unas 400 familias postulantes para manejar el faro, controlar el radar, medir y transmitir en tiempo real los datos meteorológicos, entre otras tareas.
Los primeros meses no son tan desolados: es temporada de cruceros y llegan cientos de turistas cada vez a visitarlos, a comprar algunos de los productos típicos que ofrecen en una pequeña tienda montada en la casa. Pero desde abril a septiembre es la ausencia absoluta, sólo se tienen ellos tres. Más allá y más acá, el mar.
La llegada de este contingente de un crucero desordena la calma del lugar. Viajeros de distintas parte del mundo, cada uno con su cámara de fotos, intercambian palabras con el farero y su familia. Todos se concentran en un pequeño living con mostradores llenos de artesanías. Algo alcanzan a contar Andrés y su esposa de su experiencia allí. Él habla de los puntos que suma en su trabajo si pasa por esta experiencia, de las ganas que tenía de estar con su familia, algo que no puede hacer mientras navega. Paula dice que está contenta pero también expectante por los meses de soledad que le esperan. El pequeño Matías, cuando entra en confianza, desliza que extraña a sus amigos. En medio del alboroto, Andrés se hace un minuto y anota su mail a LA NACION para, entonces sí, poder explayarse mejor en un momento de tranquilidad de los que abundan en la isla.
– ¿Cuáles son sus actividades en el día? , pregunta LA NACION a Valenzuela por mail casi dos meses después de la visita
– Mis actividades son velar por una navegación segura a los buques que transitan por el Cabo de Hornos, informar los cambios al sistema climatológico, el mal tiempo. También la recepción de visitas en la isla. Para esto nos levantamos muy temprano en período de visitas, alrededor de las 5.50 y en invierno que no vienen visitas a las 9. Al meteo (sistema meteorológico) lo tengo que anunciar por radio cada tres horas día y noche, comenzando a las 8 y terminando a las 3. Paula y Matías se levantan a la misma hora que yo.
“Un buen día es cuando hay sol y puedo salir a caminar y disfrutar con mi familia. Es malo cuando hay mucho viento y lluvia, ahí tenemos que encerrarnos y hacer cualquier actividad dentro de la casa. Y cuando hay mal tiempo…uffff, todo mal.”
– ¿Qué ventajas tiene para su carrera estar un año en el Cabo de Hornos?
– Estar aislado un año me sirve para mi jubilación, ya que éste vale por dos, es decir, si yo me jubilo a los 30 años, tendría que trabajar solamente 29. Es el reconocimiento de estar solo aquí un año. Mis compañeros de trabajo reconocen el sacrificio.
– ¿Cuál es un buen día y cuál un mal día?
– Un buen día es cuando hay sol y puedo salir a caminar y disfrutar con mi familia. Es malo cuando hay mucho viento y lluvia, ahí tenemos que encerrarnos y hacer cualquier actividad dentro de la casa. Y cuando hay mal tiempo…uffff, todo mal.
– ¿Qué es lo más difícil de estar tan lejos?
– Cuando pasa algo inesperado y no puedes viajar, algún accidente de un familiar, un fallecimiento, como nos tocó el año pasado. Falleció el abuelo de Paula y no pudimos viajar. Para Matías lo más difícil fue dejar a sus amigos del colegio y de su club deportivo donde jugaba al fútbol. Para Paula, según me cuenta, el mall y las compras. Jajaja.
Mirá el viaje interactivo desde Buenos Aires al fin del mundo
El Cabo de Hornos en Chile.
– ¿Qué tipo de comunicación tienen?
– Tenemos teléfono, malísimo el enlace pero tenemos; Internet, solamente para mi trabajo; comunicación en VHF [ Very High Frequency ] y HF [ High Frequency ] con los buques y veleros que navegan por la zona. Si se corta Internet avisamos por sistema de VHF o HF a la alcaldía más cercana, ellos nos hacen de enlace y pedimos que nos reestablezcan el sistema. Con ésto nos comunicamos con nuestras familias, amigos y maestros del Mati.
Matías está en séptimo grado, pero como no puede cursar su padre le da clases. Cuando recibieron el último crucero de la temporada de verano, en abril, aún no habían empezado. Ahora están en pleno año lectivo. “Las clases van súper bien, además Matías es muy buen alumno, nunca ha tenido problemas de aprendizaje”, dice su papá. “Yo le enseño un poco, luego él repasa y al final del día le hago un examen. Las clases son de 10 a 12 y luego de almorzar retomamos de 15 a 17”. Para validar sus clases, antes de reincorporarse al próximo curso Matías deberá dar una evaluación final similar a la de un alumno libre.
Un cumpleaños en la isla Andrés Valenzuela, su mujer Paula y su hijo Matías junto a Melchor en Cabo de Hornos
. Foto: Gentileza familia Valenzuela
– ¿Cómo se entretienen?
– Somos re buenos para el cine, así que tenemos muchas películas. Me traje mi blu-ray y el disco duro lleno de películas. Además de cartas, dominó. Bueno, a todo esto también preparar y dar las clases a Matías es divertido. Cuando hay sol salimos a jugar fútbol todos: Matías, Paula, Melchor (mi perro) y yo.
“Cada tres meses nos abastecen con comida. Paula tiene que ver bien cuánto va a pedir y las cosas que necesita para tres meses.”
– ¿Qué películas vieron este año?
– Nos encanta ver películas. Almorzamos y, sagradamente, al terminar nos sentamos con algún postre a ver una o dos pelis todos los días. Aparte tengo un amigo que cada tres meses cuando viene el buque de la armada me manda películas nuevas. El último estreno que vimos fue Titanic jajajajaja. No, es una broma. El último estreno que vimos fue Doce años de esclavitud .
– ¿Qué provisiones tienen para comer?
– Cada tres meses nos abastecen con comida. Paula tiene que ver bien cuánto va a pedir y las cosas que necesita para tres meses. Hay de todo, solamente tiene que enmarcarse dentro de 450.000 pesos chilenos [equivale a unos 6500 pesos argentinos] para carne, fruta, verdura y golosinas.
– ¿Cómo es pasar un cumpleaños en la isla?
– Matías estuvo de cumple el 18 de diciembre, estuvimos de aniversario de matrimonio el 23 de abril, Paula estará de cumple el 25 de septiembre y yo el 10 de diciembre. Como buen esposo y papá tengo que hacer tortas siempre: yo les he preparado las tortas viviendo en la ciudad o aquí, así que no es nada nuevo para mí. Igual estamos muy solitos en los cumpleaños.
Ver La familia más austral del mundo en un mapa ampliado
En la visita a la isla Andrés Valenzuela cuenta que la vida de marinero es muy dura. Sobre todo, por el tiempo que se vive afuera de la casa, separado de los afectos. “Hace quince años que navego. Y los últimos cuatro no paré, no pude estar casi con la familia”, dice Andrés en Cabo de Hornos. “Por eso me postulé. Ahora sí que vamos a estar juntos”, agrega, los mira y se ríe, como recordándoles el desafío.
– ¿Cómo se llevan en familia las 24 horas juntos?
– Nos llevamos bien, a veces, tenemos algunas diferencias de opinión como en cualquier familia. Pero bien. Ahora nos estamos conociendo mucho más de lo que creíamos. Por mi trabajo pasaba mucho tiempo navegando o fuera del país. Ahora que estamos las 24 horas juntos pude conocer mejor el temperamento de los dos, lo que les gusta y lo que no. A veces hago algo que no les gusta de mí, van y me lo dicen, se va aprendiendo mejor cómo vivir día a día.
– Si alguien se enferma, ¿cómo hacen?
– Cuando una persona se viene aislada le dan clases de muchas cosas y, dentro de éstas, está primeros auxilios. Tenemos un stock de medicamentos y cuando es muy complicado viene un helicóptero y hace una aéreo-evacuación de emergencia.
A pocos pasos de la casa hay una capilla de troncos. Hasta allí llegó la estampa del papa Francisco, que parece el protector del lugar junto a la virgen y algunos santos rodeados de velas y flores de plástico.
– ¿Visitan la capilla? ¿Alguna vez algún sacerdote dio una misa?
Una capilla de troncos, a pasos de la casa. Foto: Verónica Dema
– Mi esposa es más católica que yo, pero todos le pedimos a Dios por la salud, que no falten los alimentos, que no nos enfermemos. Nunca ha venido un sacerdote, solamente cuando inauguraron el faro. Pero teniendo fe, no importa lo demás.
– ¿Qué es lo primero que les gustaría hacer cuando vuelvan a tierra?
– Mira la paradoja: Paula quiere ir a conocer Ushuaia. Yo quiero conocer Buenos Aires y Matías no ve la hora de jugar a la pelota con sus viejos amigos. Cuando nos pongamos de acuerdo sobre lo que vamos a hacer te aviso, jajaja.
Andrés, el alcalde de El Cabo de Hornos, se despide con bendiciones, besos y abrazos. Agrega que “lo más importante para poder estar solos es el amor y la unión de la familia: eso lo soporta todo”. Promete conocer la Argentina. Uno lo imagina en la sala de monitoreo frente a su computadora y otras pantallas soñando con la posibilidad de volver a viajar, de navegar de nuevo esos mares helados. .
fuente entornointeligente
http://www.entornointeligente.com/articulo/2655179/Como-vive-una-familia-en-el-fin-del-mundo-11062014