A cinco o seis metros de profundidad y en los lugares más recónditos, zonas cercanas a la orilla pero rodeadas de rocas, ramas y maleza que apenas dejan pasar los rayos del sol. Ese es el hábitat preferido por los grandes siluros, esos peces invasores quepueden superar los dos metros y medio de longitud y los cien kilos de peso.
Hasta ahora, en Aragón se los había visto cuando muerden el anzuelo de algún pescador o cuando se asoman a la superficie para intentar capturar alguna presa. Sin embargo, dos pescadores aficionados al buceo en agua dulce han conseguido grabar y fotografiar el fondo del embalse de Mequinenza logrando imágenes prácticamente inéditas del reino de los siluros.
“Si tuviera que describir sus dominios diría que son un lugar tenebroso –explica Raúl López Ayala, un madrileño de 37 años que desde hace tres años se dedica a explorar el fondo de este pantano junto con su compañero Jorge Sánchez Tapia, de la misma edad y vecino de Badajoz–. Otros ríos y embalses en los que he buceado no dan esa sensación, pero en Mequinenza impresiona estar rodeado de troncos, ramas, claroscuros, sombras, turbidez… E impresiona más todavía si de repente te encuentras de frente con la silueta de un siluro de dos metros”.
Como practicantes de la pesca deportiva, estos amigos frecuentas desde hace años el Mar de Aragón. Además, también comparten su pasión por el buceo en agua dulce, una disciplina en la que es difícil tomar imágenes.
El problema, la visibilidad
“A diferencia de lo que ocurre en el mar, en los ríos y en los embalses, la visibilidad no pasa de los cuatro o cinco metros, y eso teniendo las mejores condiciones –destaca López Ayala–. En el caso del pantano de Mequinenza, calculamos que esas condiciones solo se dan dos o tres semanas al año, pero por suerte tenemos a un buen amigo, Markus Stegherr, que también es aficionado al buceo y nos avisa cuando cree que hay posibilidad de hacer buenas fotos”.
El mejor momento es a finales de la primavera, cuando los sedimentos arrastrados por las crecidas del Ebro se depositan en el lecho del pantano, el nivel del embalse aún está alto y las aguas no se han calentado lo suficiente como para favorecer la proliferación de la clorocita, un alga unicelular que tiñe de verde el río impidiendo la visibilidad.
López Ayala y Sánchez Tapia hicieron sus primeras inmersiones en Mequinenza en 2012 y las repitieron el año pasado. Sin embargo, fue hace apenas un mes, en una escapada de dos días a finales de mayo, cuando lograron imágenes realmente espectaculares de las muchas especies de peces –la mayoría, invasores– que habitan en el Mar de Aragón: luciopercas, black-bass (o perca americana), escardinos, carpas de más de 20 kilos… También fotografiaron colonias de mejillón cebra, pero su trabajo se centró sobre todo en el animal que manda en Mequinenza.
A menos de un metro
“A diferencia de otros grandes peces, el siluro es una especie fácil de fotografiar que no tiene miedo e incluso muestra cierta curiosidad cuando te acercas –destaca López Ayala–. Llegamos a estar a menos de un metro de algunos y ni se movieron, supongo que porque no tienen depredadores, aunque es curioso que los peces más grandes eran más asustadizos”.
Estos dos pescadores vieron ejemplares de más de dos metros y también se encontraron con grupos de cuatro o cinco siluros que nadaban juntos. Coinciden en señalar que las imágenes de esta especie en su hábitat, si es que existen, son muy poco habituales.
“Hemos encontrado varios puntos muy buenos para fotografiar o grabar siluros, pero ha sido por una mezcla de intuición, experiencia y osadía –indica López Ayala–. No hace falta bajar a mucha profundidad, solo unos cinco o seis metros, pero sí meterse en zonas recónditas, entre los troncos, las rocas y la maleza”. Los buceadores se movieron por el pantano con una barca, y tuvieron el obstáculo añadido de que en los alrededores no hay ningún lugar en el que recargar las botellas de aire. “Funcionamos con las que nos tramos de casa”, explican.
fuente heraldo