Joya del planeta, la Gran Barrera de Coral australiana está amenazada por el calentamiento global, la pesca y la urbanización. Para los aborígenes, la minoría autóctona del país, esta degradación medioambiental atenta también contra su identidad cultural.
Gavin Singleton, un representante de esta comunidad que durante mucho tiempo ha sufrido el ostracismo, trabaja ahora con las autoridades en la preservación de la mayor formación viva del mundo. Para él, la Gran Barrera situada frente a la costa noreste de Australia, es mucho más que un tesoro de la naturaleza, es el alma de su pueblo.
”La mayoría de nuestras tradiciones, de nuestras costumbres, de nuestras lenguas vienen del mar. La pérdida del arrecife tendría un impacto directo sobre nuestra propia identidad”, dijo a la AFP.
”Estábamos aquí antes de la formación del arrecife y de una generación a otra nos transmitimos historias que relatan la subida del nivel del mar en la región, la gran inundación”, agregó.
La familia de Gavin pertenece al pueblo Yirrganydji, cuyo territorio de origen se extiende por el noroeste de Australia, en una franja litoral que va de Cairns a Port Douglas, 65 kilómetros más al norte.
Al final de la era glaciar, hace unos 10.000 años, el mar invadió la plataforma continental, así como una parte del territorio de los Yirrganydji y de otros pueblos autóctonos, para constituir el arrecife que conocemos en la actualidad.
Al igual que los Yirrganydji, más de 70 comunidades aborígenes y habitantes del estrecho de Torres tienen sus territorios ancestrales en el arrecife. Algunos incluso vivían allá hace más de 60.000 años.
Pulmón cultural y económico
En la actualidad, la Gran Barrera atrae cada año a más de dos millones de turistas, mientras que un millón de personas viven en su zona de clientela potencial y dependen de ella para su subsistencia o su actividad. El peso del arrecife en la economía australiana está evaluado en unos 5.400 millones de dólares australianos (USD 4.700 millones, EUR 3.750 millones) y 67.000 empleos.
En 2013, la UNESCO expresó su preocupación por las amenazas crecientes de degradación que pesan sobre los 2.300 kilómetros de la Gran Barrera, considerada desde 1991 Patrimonio de la Humanidad.
La organización dio plazo a Australia hasta el 1 de febrero de 2015 para presentar un plan de preservación del lugar, sin el cual corre el riesgo de incluir el arrecife en la lista de lugares ”en peligro”.
En agosto, el gobierno australiano confirmó que las perspectivas para la Gran Barrera eran ”malas”, y citó el calentamiento climático entre las primeras amenazas para sus ecosistemas, pero también la pesca, la escorrentía y la urbanización del litoral.
Un ”siglo de desmonte, de agricultura y de uso de pesticidas” es el responsable número uno del declive de la salud de este paraje natural, estimó Russell Reichelt, presidente de la Autoridad gubernamental de conservación de la Gran Barrera.
La escorrentía también es considerada por los científicos como un factor de desarrollo de especies invasivas como el ”Acanthaste planci”, una estrella de mar que devora el coral. Las hembras pueden poner hasta 60 millones de huevos cada año para una tasa de fecundación de entre 70 y 80 por ciento.
A mediados de septiembre, el gobierno australiano presentó el borrador de un plan de acción de 35 años que propone principalmente una mayor coordinación de los poderes públicos así como la prohibición en algunas zonas de nuevas actividades portuarias o de dragados.
”Hemos escuchado y respondido al mundo sobre la cuestión de la Gran Barrera”, aseguró el ministro de Medio Ambiente, Greg Hunt, agregando que ”el primer ministro Tony Abbott quiere hacer de la recuperación de este lugar el centro de su acción en favor del medioambiente”.
Por su parte, la ambición de Gavin Singleton es que más aborígenes puedan gestionar las zonas que fueron las tierras de sus ancestros.
Si así fuera, la ”gestión del arrecife” sería ”eficaz”, dijo. ”Estamos aquí para quedarnos y vigilaremos estrechamente el arrecife”.
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