Un animal de apariencia tan inofensiva como es el erizo está provocando una grave degradación de los fondos marinos de las Islas. En realidad, esta especie es solo la causante indirecta de este proceso. La responsabilidad principal recae, una vez más, sobre la actividad humana, pues es la sobrepesca la que está diezmando a los depredadores de los erizos y, con ello, favoreciendo que estos se multipliquen y empobrezcan los ecosistemas, una situación a la que también contribuye la acidificación de los océanos asociada al cambio climático.
Un estudio en el que han participado dos investigadores de la Universidad de La Laguna (ULL), José Carlos Hernández y Sabrina Clemente ha constatado las elevadas densidades de erizos de mar en diferentes regiones del planeta. Una de ellas es Canarias, en la que las condiciones de las aguas explican que el “cambio drástico” de los ecosistemas sea posible con menos cantidad de estos animales que en otras regiones. Solo hacen falta dos por metro cuadrado para impulsar esta transformación.
Este cambio radical consiste en el paso de bosques de algas a fondos yermos -conocidos como blanquizales- y se produce con mucha rapidez. Por el contrario, revertirlo es muy difícil, y en algunos casos obliga a exterminar toda la población de erizos.
La situación de Canarias es “dramática”, según Hernández, donde cerca del 78% de los fondos están afectados por actividades relacionadas con la pesca. El Hierro, sobre todo, y también parte de La Palma se encuentran en mejor estado por la protección que suponen las reservas marinas. Además, a medida que se avanza de oeste a este las dificultades para recuperar los ecosistemas empobrecidos son mayores. “En Lanzarote y Fuerteventura no se dan las condiciones biogeográficas adecuadas para los depredadores, por lo que revertir el proceso requeriría otras medidas, como eliminar todos los erizos”. En cambio, en las islas occidentales “basta con no tocar”.
La existencia de reservas marinas en algunas zonas no es suficiente para devolver su riqueza a los fondos más degradados, ya que “su función es limitada: solo la cumplen allí donde se encuentran”, advierte el investigador de la ULL, quien reclama que todas las islas cuenten con estos espacios protegidos.
La transformación de masas de algas en blanquizales tiene como consecuencia la desaparición del hábitat de cría de especies de interés pesquero y la disminución de la capacidad de las zonas costeras para producir oxígeno y secuestrar CO2, indica la institución académica tinerfeña en un comunicado.
Este almacenamiento de dióxido de carbono puede contribuir a mitigar los efectos del cambio climático y, con ello, la acidificación de las aguas de los océanos. La aminoración del impacto humano mediante estrategias de conservación es la medida más eficaz para contener este fenómeno, sostienen los investigadores autores del estudio.
fuente eldia