Las costas de Cartagena albergan en sus profundidades una de las mayores colecciones de pecios submarinos existentes en nuestros mares. Podemos calcular entre varios centenares las embarcaciones de distinta época que repartidas desde Cabo de Palos a Cabo Tiñoso esperan ser descubiertas como cápsulas del tiempo.
Naufragios que nos hablan de otros tiempos, de historia, de conflictos, de rutas comerciales, de emigración pero sobre todo de un drama humano: un barco se hunde un día y la sociedad a bordo en ese momento va a un museo al fondo marino.
Grandes naufragios, conocidos como el del transatlántico italiano ‘Sirio’ (1906), o el ‘Castillo Olite’ (1939), entre ambos más de dos mil muertos, son referencias internacionales de nuestra historia sumergida, a los que se le unen otros muchos menos conocidos: ‘Beatrice’, ‘Minerva’, ‘Primo’, ‘Gilsa’, ‘Atlantic City’, ‘Urd’, ‘Nitza’, ‘Wilmore’, ‘Carbonera’, ‘Kasenga’, ‘Monte Toro’, ‘Izaro’ o ‘Isla Gomera’ y ‘Nord-América’.
Sobre este último es del que vamos a tratar hoy. El ‘Nord-América’ fue un buque italiano que naufragó en el bajo de Las Hormigas a las 11.00 horas del día 3 de enero de 1883, procedía de América y se dirigía a Italia. Su pasaje estaba formado por 100 viajeros y 68 tripulantes al mando del capitán Enrico Carlo Barabino.
Aquella fría mañana, el ‘Nord-América’ embarrancó sobre el bajo de Las Hormigas de la misma manera que 26 años después lo haría el ‘Sirio’, pero con una gran diferencia sobre este último, todo su pasaje a excepción de una anciana que murió por motivos naturales lograría salvarse.
El ‘Nord-América’ quedó con su puente, sobre el seco, sobresaliendo y encallado cerca de dos semanas, a la vista del cercano raro de las Hormigas, pero esta vez la tragedia no tuvo consecuencia en cuanto a pérdidas de vidas; no ocurrió lo mismo que con el ‘Sirio’. Aquí sí hubo una tripulación, con su capitán al mando, que hizo frente a la situación sin declararse el pánico en el pasaje.
Un rescate perfecto coordinado desde el mismo barco y con la ayuda de los fareros de Cabo de Palos y de las Hormigas, un salvamento realizado una vez más, por los pescadores de la localidad, destacándose las barcas ‘Cruz’, patroneada por Antonio Gómez; ‘Ana’, con Tomas Gómez de patrón; ‘Sociedad, con Pedro Pérez; ‘Buen Mozo’, con José Rubio; y ‘Qué darán de mi, cuyo patrón era Gaspar Jiménez.
En la base del Bajo de Fuera de las Hormigas descansan los restos de muchos barcos como el ‘Nord-América’, sucumbido por esta trampa natural, o lo que queda de ellos, pues han sido muchos los restos vendidos como chatarra y sacados del fondo a lo largo del tiempo.
En julio de 1894 los restos de este buque fueron vendidos por la sociedad de seguros marítimos denominada Italia, con residencia en Génova a Jaime Pedrès por importe de 1.500 pesetas, para que este último procediera a la extracción de los restos. En esta primera operación se obtuvieron cerca de doce mil kilos en lingotes de hierro y dieciocho mil kilos de hierro forjado viejo que le reportaron a la hacienda nacional en derechos unas 696 pesetas.
En 1906, Pedro Ruiz, conociendo la existencia todavía de numerosos despojos del ‘Nord-América’ en el bajo de Las Hormigas, solicitó al comandante de Marina de la provincia de Cartagena un nuevo permiso para la extracción, casualmente un mes antes de que se hundiera en aquel mismo lugar el ‘Sirio’.
Dos barcos de la misma nacionalidad, pertenecientes a la misma compañía, realizando la misma ruta, encallados en el mismo bajo y reposando juntos en el fondo, pero con un destino diferente; el ‘Nord-América’ salvó a su pasaje, en el ‘Sirio’ desaparecieron más de cuatrocientas personas. Pero eso es otra historia.
Para el recuerdo quedará la carta de agradecimiento del capitán del ‘Nord-América’, publicada por un diario de nuestra ciudad:
«Cartagena 7 Enero 1883.
Sr. Director del diario El Eco de Cartagena. Conmovido a causa de la gran desgracia de haber naufragado con el vapor de mi mando, en medio de mi gran angustia, me ha servido de grandísimo consuelo ver al generoso y noble pueblo de esta ciudad, socorrer a los más necesitados tripulantes y pasajeros. Algunas personas que no quieran dar sus nombres, se pusieron a nuestra disposición con el mayor desinterés. El corazón, la bondad y gentileza con que hemos sido acogidos allí donde hemos estado, quedarán esculpidos eternamente en nuestra alma. Nos acordaremos siempre con profunda gratitud y diremos a nuestros amigos y hermanos que cobijados bajo vuestra gloriosa bandera, hemos encontrado también amigos y hermanos. Hoy dejo esta ciudad para volver a nuestra patria y me creo en el deber de hacer público mi testimonio de agradecimiento y de reconocimiento. Reciba también nuestro Sr. Cónsul las más sinceras gracias por la gran ayuda que nos ha prestado, pues ha hecho cuanto estaba de su parte para mitigar nuestro infortunio. Recibid vosotros, todos los que nos fuisteis amigos y corteses nuestro saludo y los votos que hacemos por vuestra felicidad.
Enrico Carlo Barabino. Comandante del vapor italiano ‘Nord-América’».
fuente laverdad