Cuando por primera vez tuve al llamado pez gato delante de mis ojos lo encontré demasiado feo para mi gusto. No creí que pudiera ser algo tan apetitoso. Mi reacción no fue exclusiva. Varios curiosos que compartían la calle por donde aquel joven llevaba al hombro la ensarta -de unos siete ejemplares de regular tamaño y anunciaba venderla a $20.00 pesos (moneda nacional)-, manifestaron el rechazo.
Esto sucedió hace dos años atrás, mientras en las carnicerías de productos liberados alguna que otra vez, las tablillas anunciaban “Filetes de Claria”. Un buen número de personas desconocía de qué especie se trataba y, en consecuencia, indagaban con el dependiente. Mientras, el fenómeno del pez gato venía caminando desde que en el 2001-2002 (según cita la enciclopedia cubana EcuRed), las inundaciones ocurridas en la Isla lo propagaron por todas las provincias.
La polémica –asegura ese sitio digital- versaba si la reproducción incontrolable afectaba a otras especies de animales, en tanto su consumo ganaba adeptos en la medida en que se sistematizaba la venta y quienes lo compraban se encargaban de comentar, con vecinos y amistades, de tener una masa agradable y buen sabor, sobre todo frito y asado, adobado con tiempo.
De tal suerte, la Claria –su nombre comercial y más difundido entre los tuneros- se convirtió en un plato agradable en la dieta de esta parte del oriente del país y tiene la preferencia de muchos, toda vez que aparece en el mercado. Sin embargo, para los ecologistas es una agresiva especie exótica invasora, la cual pertenece al orden Siluriformes, comprende a 33 familias, unos 400 géneros y más de tres mil 93 especies, de las cuales mil 200 viven en América del Sur.
Ciertamente es peculiar y los cubanos que gustan encontrarle las “cuatro patas al gato” le tejen historias fantásticas como esa que cuenta Carlos, un buscavidas con olores a alcohol, que se dedica a pescarlo cuando puede. Él asegura que vio a una Claria comerse a una gallina y arrancarle un pedazo a la pata de un buey. Su fábula no está muy lejana de la realidad, pues estos peces son capaces de respirar fuera del agua y sobreviven hasta 12 horas después de capturarlos si los devuelven al agua, ya que se adaptan a cualquier ambiente, incluso donde exista muy poco oxígeno.
Sin embargo, en cuestiones nutricionales llevan ventajas y en 100 gramos de carne existen 228 calorías, 13 gramos de lípidos como ácidos grasos saturados (3,3); grasos poliinsaturados (3,3) y monoinsaturados (6). A la vez, aporta 71 miligramos de colesterol, 280 de sodio, 340 de potasio; ocho gramos de glúcido, 0,7 de fibra alimentaria, 18 gramos de proteínas y vitaminas como la A, la C, la B6, B 12; además de calcio, hierro y magnesio.
Quizás por ello muchos les perdonan ser carroñeros nocturnos y extremadamente voraces, aun a sabiendas que es una especie invasora y produce impactos negativos en los ecosistemas locales. O, tal vez, sea su utilidad como fuente de carne e intereses económicos la razón de que exista en casi todos los lugares del mundo, tal la especie europea siluro o glano, que clasifica como el pez gato más grande.
Y sí, exactamente no araña, pero sus aletas dorsales y pectorales están provistas de espinas, algunas venenosas, y ocasionan heridas graves. Otros, como los del río Nilo y el centro de África tropical producen descargas eléctricas. En fin, tales mañas del pez gato validan aquello de que esos felinos tienen siete vidas y justifican los cuentos fantásticos que tejen en su nombre, mientras Carlos les anota otra “pata” mientras saborea los filetes que sacó de su última pesca.
fuente periodico26