Aunque el cabracho tenga fama de tener muchas espinas, la mayoría de ellas están en la parte externa del pescado y en el interior tiene las mismas que cualquier otro. Además, si el pescadero nos saca los lomos, prácticamente no tendremos dificultad en cocerlo y retirar las pocas espinas que puedan haber quedado para hacer un pastel, puding o budín lleno de sabor. Merece la pena hacer el pastel con este pescado porque es mucho más sabroso que si hacemos un pastel de merluza, pescadilla o corvina.
Cocemos pues el cabracho durante 20 minutos en agua con sal. Una vez cocido y cuando ya no queme, retiramos las espinas y desmenuzamos la carne. Yo prefiero hacerlo a mano y no triturar con batidora porque me gusta más la textura como la del atún desmigado, mejor que la de un mousse o patê de pescado, pero eso a vuestro gusto.
Batimos los huevos, los mezclamos con el pescado y la nata y los metemos en un molde de cake previamente enharinado para que no se nos pegue en los bordes y podamos desmoldar fácilmente. Horneamos a 180º durante 40 minutos, y antes de sacar el pastel del horno, metemos una brocheta para comprobar que sale limpia.
Desmoldamos el pastel de cabracho y lo pasamos a una fuente donde lo serviremos cortando rodajas para cada comensal. Para decorarlo, me gusta extender una cucharada de mayonesa solo para la parte superior y decorar con unas aceitunas cortadas, tiras de pimiento rojo asado y unas huevas, pero podéis usar vuestra imaginación y hacerlo a vuestro gusto. Lo que sobre, lo envolvemos en film o en papel aluminio y lo conservamos en la nevera donde aguantará perfectamente durante tres o cuatro días.

Degustación
El pastel de cabracho, que en casa siempre hemos llamado puding o budín de pescado, se sirve con salsa mayonesa y/o salsa de tomate frito frío o caliente, para que cada cual lo prepare a su gusto. También está delicioso con salsa mayopesto, una mezcla de mayonesa y pesto de albahaca que le va estupendamente a los platos de pescado.
fuente directoalpaladar