La jornada matutina de la tercera edición del Observatorio de los ODS continúa, llevándose a cabo el 16 y 17 de febrero en el CaixaForum de Madrid, con la organización de EL ESPAÑOL, Invertia y ENCLAVE ODS. Este encuentro se centra en el debate sobre ‘Las PS del triple impacto: planeta-personas-prosperidad’, y hasta ahora se han realizado varias intervenciones sobre contaminación.
Entre ellas, se destaca un debate sobre los desafíos de la agricultura frente al cambio climático, así como una conversación entre Jaume Miquel y Charo Izquierdo sobre la producción y el consumo responsable en la industria de la moda. Además, se abordó el papel de las empresas y fundaciones corporativas en la mejora social, con Lorenzo Cooklin, director general de la Fundación Mutua Madrileña, como ponente.
La contaminación del mar
Ahora es el momento de discutir la situación de los océanos, con un enfoque particular en la contaminación marina. Para ello, están en el escenario Theresa Zabell, presidenta ejecutiva de la Fundación Ecomar; Antonio Preckler, director de Control, Análisis y Seguimiento de Pymar; y Carol Portabella, presidenta de la Fundación Príncipe Alberto II de Mónaco en España (FPA2E).
Moderada por Juan Villanueva, redactor de ENCLAVE ODS, esta nueva mesa redonda inicia con un análisis del estado actual de los océanos. A pesar de los avances hacia la sostenibilidad, como la acción 30×30 (que busca proteger el 30 % de las áreas marinas para 2030), este esfuerzo no es suficiente.
Solo el 2 % de nuestros océanos está protegido
Zabell subraya que “debemos tomarnos esto en serio, porque aunque el mar es vasto, solo una pequeña porción está protegida”. Agrega que “sin mar no hay vida. Hablamos mucho de los ODS 1, 2 y 3, pero sin el 14 [vida submarina], los demás no tienen sentido”. Enfatiza la importancia de centrarse en este objetivo, ya que “el 70 % del oxígeno que respiramos proviene del mar, y debemos cuidarlo si queremos seguir viviendo en este planeta”.
Portabella complementa esta visión al destacar que “solo hay un 2 % de áreas protegidas”. Esta cifra es alarmante si consideramos que los océanos cubren el 71 % de la superficie terrestre. Aunque existen diferentes grados de protección, en general, están diseñadas para salvaguardar ecosistemas particularmente vulnerables.
Combatir la pesca ilegal
Portabella señala que la protección de los océanos implica abordar diversas formas de pesca, incluyendo la ilegal y la incidental, las cuales son responsables de “un volumen colosal de pérdidas”. Resalta la “imprescindible” necesidad de proteger estas áreas, especialmente considerando que un tercio de la población de peces ha desaparecido.
A pesar de esto, aclara que “las áreas marinas protegidas no abordan el problema de la pesca, y la contaminación continúa afectando”. Zabell menciona un experimento realizado en Asia, donde se demostró que fomentar el crecimiento de la población marina mediante zonas protegidas beneficia a todos, incluidos los pescadores, quienes se ven favorecidos en las áreas adyacentes.
La pesca sostenible
Para lograr un consumo sostenible de recursos marinos, Preckler argumenta que es fundamental implementar tecnología en los barcos, no solo en aquellos que pescan, sino también en los que minimizan los descartes mediante la pesca selectiva y el procesamiento a bordo para evitar el desperdicio.
No obstante, también es esencial considerar la agricultura marina, que está respondiendo a la creciente demanda de pescado, dado que cada persona consume actualmente un promedio de 21 kilos al año.
La contaminación acústica
Si bien los plásticos son uno de los principales contaminantes de los océanos, con más de 150 millones de toneladas en su extensión, no son el único factor que afecta la vida submarina. La contaminación acústica es un problema significativo, como explica Portabella, señalando que “las áreas marinas protegidas no son efectivas contra este tipo de contaminación“.
Portabella describe la situación de las especies marinas como si estuvieran “permanentemente en una discoteca, con picos de ruido equivalentes a la explosión de una bomba”. Esto les impide “recibir señales de su especie: las tortugas no pueden guiar a sus crías hacia el fondo marino, y los grandes cetáceos no pueden detectar la presencia de los barcos, lo que provoca colisiones”.
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