Un día de pesca como otro cualquiera, hasta que me encontré a media agua, en una profundidad de no más de 18 metros, la sombra de un pez que no sabia que era, espera a media agua y en nada de tiempo se acercó lo suficiente para poderle disparar.
Tras el disparo vino el baile junto a la sirviola hasta que conseguí llevarla a la superficie y con mi compañero, Gabi, llevarla a la costa y asegurarla.
Ya era nuestra!
Es la pieza mayor hasta ahora, cada día que vuelvo al mismo sitio estoy deseando volver a tener un encuentro como ese.